El mundo rural haitiano, al igual que el resto del país, es muy pobre. El 65% de la población, unos nueve millones de personas, es campesina y vive en situación de extrema dificultad. En primer lugar, el mundo rural sufre el problema de la tierra. La mayoría de los campesinos apenas si tienen tierra y en muy pocos casos poseen títulos y reglas para usarla. Por consiguiente, hay un desinterés natural por su utilización y conservación. Por otro lado, la crisis medioambiental se agrava cada vez más debido al uso intensivo de tecnologías nocivas para el medio ambiente y al consumo intensivo de carbón, que se emplea en el 70% de las cocinas del país. En todo el territorio apenas si queda un 3% de cobertura forestal original. Además de todo ello, el mundo rural vive una crisis económica muy grave. Las políticas neoliberales y el libre comercio están destruyendo la capacidad productiva del país. En 1970 el país producía prácticamente el 90% de su demanda alimentaria. Actualmente se importa cerca del 55% de todos los géneros alimentarios que se consumen. Por último, hay que decir que en Haití la inestabilidad política no es algo reciente. La explicación básica del fenómeno está en la historia contemporánea del país, por no remontarnos a la época de la independencia de 1804 y a la guerra contra el ejército de Napoleón. Le echaremos un vistazo rápido a los últimos cien años. Entre 1915 y 1934 una ocupación militar norteamericana dio lugar a grandes batallas de resistencia contra el invasor extranjero. Entre 1957 y 1986 una dictadura militar totalmente bajo el mando de los Estados Unidos calló las voces haitianas. El apellido “Duvalier” (Jean Jacques Duvalier y su hijo Jean Claude Duvalier gobernaron Haití durante ese período) ni siquiera se podía pronunciar en público. El temor era enorme. 30.000 comunistas fueron asesinados. La media fue de mil personas al año. En septiembre de 1991, tras la caída del legítimo presidente electo, Jean Bertran Aristides, por un fuerte movimiento de masas, un golpe militar violentísimo llevado a cabo por militares de los Estados Unidos calló al país durante más de 3 años. En 1994 el país sufrió una segunda ocupación militar norteamericana. Se habla de cuatro mil muertos, más 12.000 militantes sociales forzados a emigrar a los Estados Unidos.
La Misión de las Naciones Unidas para la Estabilización de Haití
Brasil está al frente de la última ocupación militar realizada tras el golpe de Estado que derribó una vez más el gobierno de Jean Bertran Aristides. La Misión de las Naciones Unidas para la estabilización de Haití, MINUSTAH, está formada por 36 países, aunque en la formación del contingente, de unos siete mil militares, hay una presencia latinoamericana masiva.
Teóricamente la MINUSTAH se basa en cuatro pilares;
Estabilizar el país
Pacificar y desarmar a los grupos guerrilleros y rebeldes
Promover elecciones libres e informadas
Fomentar el desarrollo institucional y económico de Haití
En los dos primeros años de ocupación militar la MINUSTAH realmente se confrontó con grupos armados y de secuestradores que se escondían en barrios pobres y de hecho representaban una amenaza para la sociedad, grupos que resultaron eliminados o presos. La MINUSTAH cumplía así uno de sus papeles, estabilizar al país frente a las amenazas de las “bandas”. Lamentablemente la MINUSTAH no se preocupó de eliminar o prender a los jefes del grupo paramilitar que, patrocinado por la CIA, inició el proceso de desestabilización del gobierno de Aristides a finales de 2003 y principios de 2004.
Tras constatar todos los problemas sociales que pesan sobre la estructura de la sociedad haitiana y se reflejan en el día a día de este país, entendemos que las Naciones Unidas a través de la MINUSTAH cumple un papel vergonzoso en ese país. La ocupación militar no ayuda a resolver los verdaderos problemas de la sociedad. La gran pregunta que hemos de hacer a los gobiernos de los países que mantienen a sus militares como ocupantes ha de ser ¿qué intereses defiende realmente la MINUSTAH y qué se ha hecho para ayudar a Haití a salir de sus crisis estructurales?
Las últimas noticias del “Front”
El cinco de abril la cámara de los diputados aprobó una subida del salario mínimo de dos a cinco dólares diarios (Haití tiene uno de los salarios mínimos más bajos del mundo). El cinco de mayo, el Senado ratificó con gran rapidez esa misma ley procedente del Congreso. El sector empresarial hizo una serie de maniobras y convenció al presidente René Garcia Preval, que se negó a firmar la ley ya aprobada por ambas cámaras legislativas.
A principios del mes de junio el sector estudiantil y otras organizaciones sindicales iniciaron una serie de manifestaciones exigiendo que se firmara la ley. Las manifestaciones eran diarias y las reivindicaciones absolutamente justas. A partir del 4 de junio comenzó un proceso intensivo para reprimir esas manifestaciones. Una muerte, decenas de heridos, decenas de presos. ¿Quién estaba llevando a cabo las acciones militares? La Policía Nacional Haitiana y su patrocinadora la “Fuerza de Paz de la ONU”, que se llama MINUSTAH.
La MINUSTAH reprimió manifestaciones legítimas usando armamento y vehículos de guerra. Con esas acciones la MINUSTAH incumple una ley ya aprobada por las dos instancias parlamentarias y se pone de parte de quienes se niegan a aumentar el salario mínimo de uno de los países más pobres del planeta.
El 18 de junio de 2009, tras la muerte de un padre dirigente de un importante partido político, centenares de personas fueron a su entierro. Como es costumbre en Haití, el velatorio de una persona importante siempre se acompaña de una manifestación política. Inexplicablemente, militares de la MINUSTAH dispararon contra el cortejo asesinando a una persona e hiriendo a otras muchas.
La MINUSTAH está promocionando un espectáculo muy negativo en el interior del país. ¿Son necesarios esos espectáculos? Los gobiernos de los países que enviaron a sus militares para la “fuerza de paz” ¿conocen el espectáculo que están dando sus soldados en el país ocupado?
¿Qué tipo de integración necesitamos?
Hace mucho tiempo que Via Campesina pretende realizar un programa de cooperación mediante el envío de semillas y herramientas para los campesinos haitianos. Las trabas de la burocracia brasileña muchas veces no nos permiten acceder al transporte o a los recursos para pagar los costes de producción de esas semillas, impidiéndonos desarrollar una cooperación solidaria, justa, urgente y necesaria.
Habría que ocupar Haití con profesores, con agrónomos comprometidos, con barcos de combustible, con médicos, escuelas, viveros de repoblación forestal... Lamentablemente hasta el momento ni Brasil ni ningún otro país “ocupante” ha dado ejemplos de reconstrucción estructural del país que hayan tenido éxito. Necesitamos un cambio en la estrategia de intervención internacional, que deberá responder a las necesidades efectivas de la población. Sigamos los ejemplos que Cuba, Venezuela y Via Campesina están dando en materia de solidariedad y reconstrucción y habremos tomado el camino correcto.
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