Lo que sucede en nuestra querida República Dominicana es algo espantoso, espeluznante y que rompe los parámetros establecidos. A cualquier persona que se le informe que en un país cualquiera, 5 mil militares y policías están aliados al narcotráfico, se le hace difícil de creer. Le resulta increíble pensar que el personal que debe velar por la seguridad de las personas, el que debe estar presto para enfrentar la delincuencia, el narco y el crimen organizado, esté implicado, sea cómplice o forme parte de los grupos organizados que operan en nuestra sociedad.
Está confirmada la participación de miles de agentes de las Fuerzas Armadas, la Policía Nacional y la Dirección Nacional de Control de Drogas (DNCD), muchos de ellos sometidos a la justicia, sancionados o expulsados de sus respectivas instituciones en los últimos tres años, según lo revela el periódico LISTÍN DIARIO.
El diario informa que una buena parte de los acusados guarda prisión en distintas cárceles y tienen procesos judiciales pendientes, incluyendo a seis oficiales superiores que eran jefes de unidades antinarcóticos en Santiago, Monte Cristi, San Francisco de Macorís, El Seibo, La Romana y la Central de Santo Domingo.
Con el arresto del mayor de la Policía, Miguel Rodríguez, jefe de la Unidad de Antinarcóticos de la Policía en San Francisco de Macorís cuando transportaba un alijo de 400 kilogramos de cocaína, junto a varios presuntos narcotraficantes, incluso colombianos, suman 34 los oficiales superiores y subalternos cancelados y sometidos a la justicia por narcotráfico en lo que va de año. Cuando las cosas llegan a esos extremos, hay que ponerle mucha, pero mucha atención.
¿Se está combatiendo el crimen organizado, la delincuencia y el narcotráfico en República Dominicana, o realmente se está encubriendo y promoviendo?
Es hora de reaccionar con firmeza.
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