Que tristes viven los niños, en las casas de cartón.
Casi nadie en Ocoa sabe que hay un ejército de niños que
viven y mantienen la familia con los desperdicios de vertedero de El Pinar.
Día tras día esos pequeños, entre los 8 y 11 años, se
trasladan desde la comunidad de La Aguita, lo refugios y otros lugares de este
municipio.
De acuerdo a versiones de ellos mismos, algunos viven con su
padre o su madre y otros viven solos. Sus padres se dedican al trabajo agrícola
en los campos y ellos permanecen solos, desamparados.
Los entrevistados no estudian y andan en busca de metales viejos
para venderlos y poder sobrevivir.
Lo triste no es solo leer esta descripción. Lo terriblemente
lamentable es que no se vislumbra una solución en lo inmediato. Además no hay
una institución a la cual acudir que le garantice un cambio en su desgraciada
vida.
Se condena mucho el trabajo infantil en República Dominicana
y en Ocoa, pero no se hace nada para prevenirlo, mucho menos para acabar con
esta triste realidad.
En un país donde los niños son tratados de esa manera el
futuro es poco esperanzador. Los talentos y habilidades de estos se atrofiarán
olvidados e ignorados por las autoridades y la sociedad.
Hay que ponerse en el lugar de ellos y pensar el sufrimiento,
el hambre, las necesidades que estos pasan conviviendo cada día con la
inmundicia que todo el mundo desprecia y echa al zafacón.
Es hora de pensar seriamente en trabajar por un cambio real,
para que estas dramáticas historias no haya que contarlas.
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