Qué hermosa, qué bella se ve y se percibe
una persona cuando actúa con decencia. El valor de la decencia debe ser
asimilado desde el interior de la familia, con el buen ejemplo de los padres. Estos
deben enseñar a sus hijos a practicar la decencia en las conversaciones,
vestimentas, gestos y posturas, pues saber comportarse decentemente no viene en
los genes, se aprende.
El valor de la decencia es algo muy
hermoso cuando lo practicamos. De manera particular a la juventud le hace mucha
falta que las generaciones mayores le orienten correctamente sobre el cuidado especial
en la forma de vestir, en
las hembras, evitando las ropas demasiado cortas, en escotes y faldas,
apretadas o ligeras, para evitar que se conviertan en un centro de atención
malsana de los varones.
También
hoy más que nunca los varones necesitan una correcta orientación en la forma de
usar su vestimenta, para que responda al valor de la decencia. El uso de
aretes, pircis, tatuajes, cabello, vestimenta y forma de expresarse. Los líderes
comunitarios, funcionarios gubernamentales y las familias están en la
obligación de promover con sus acciones el valor de la decencia, si queremos
una sociedad que se fundamente en los valores humanos.
Las relaciones de amistad, la convivencia
pacífica entre los pueblos y las personas, es alimentada grandemente por la
práctica del valor de la decencia. Actualmente la violencia arropa a todos los
estratos de la sociedad dominicana, por lo tanto la promoción del valor de la
decencia, a través de los buenos ejemplos debe ser lo que impere en la acción
cotidiana.
La persona que practica el valor de la
decencia debe combinar los cinco sentidos: vista, oído, gusto, olfato y tacto,
además de la imaginación y el uso de su propio cuerpo, evitando caer en la
morbosidad y su uso indebido. Este valor expresa una gran educación, la calidad
humana y el nivel de respeto a sí misma de la persona que lo practica. Todos admiran
y se sienten atraídos por las personas decentes.
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