El valor de la humildad
ayuda a las personas a contener la necesidad de decir o hacer gala de sus
virtudes. Una persona que vive la humildad hace el esfuerzo de escuchar y de
aceptar a todos. Humildad es aceptar las cualidades con las que nacemos o
desarrollamos, desde el cuerpo hasta las posesiones más preciadas. Si
aprendemos a eliminar la arrogancia, reconocemos las capacidades físicas,
intelectuales y emocionales de los demás. Por tanto, el signo de la grandeza es
la humildad.
En la medida en que somos
humildes, adquirimos grandeza en el corazón de los demás. Cuanto más humildes,
mayores logros obtendremos. Pero para ser humildes, necesitamos ser realistas,
conocernos a nosotros mismos tal como somos. La humildad es la conciencia que tenemos
acerca de lo que somos, de nuestras fortalezas y debilidades como seres
humanos, y que nos impide por lo tanto creernos superiores a los demás. Los que
son humildes no se sobreestiman ni maltratan a los menos favorecidos que ellos,
desde el punto de vista social, económico o de educación.
La humildad es condición indispensable para
aprender cosas nuevas y superamos permanentemente en todos los aspectos, ya que
gracias a ella tomamos conciencia de nuestra infinita pequeñez frente a la
inmensidad del universo y la sabiduría de la naturaleza, así como a la de los
conocimientos y experiencias atesorados por la humanidad a lo largo de su
historia. Esta conciencia de nuestras limitaciones nos aleja de la soberbia y
la vanidad de quienes viven como si fueran los dueños del mundo, como si lo
supieran todo y nunca fueran a morir.
Los que actúan con humildad no permiten que
"se les suban los humos" cuando obtienen algún triunfo, premio o
distinción en los estudios o el trabajo. La inmensa satisfacción para ellos es
el premio en sí, el haber logrado la meta propuesta. La soberbia es típica de
las personas que no piensan más que en sí mismas y se creen mejores o
superiores a otras.
Esta adoración de la propia excelencia no les
permite ver ni apreciar las virtudes ajenas y las lleva a comportarse de forma
altanera y arrogante con los demás.
La
soberbia muchas veces es síntoma de debilidad o de inseguridad. Algunas
personas adoptan actitudes soberbias para esconder su falta de conocimiento o
su incapacidad para enfrentar ciertas situaciones. Es así como levantan una
barrera para evitar que los demás vayan más allá y descubran sus puntos
débiles. Únicamente reconocen lo asociado con su propio ego. No es de humildes
mirar con desdén o menospreciar a
los que consideran inferiores porque tienen menos dinero o porque viven en
barrios y campos, o porque sean extranjeros, lo que les permite tener menos
posibilidades de estar a la moda, o estudiar en reconocidos colegios y
universidades. Ser humildes es aspirar a no ser más que seres humanos.
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