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sábado, 17 de noviembre de 2012

LA SOCIABILIDAD, VALOR HUMANO


Para que mejoremos nuestra capacidad de comunicación y de adaptación en los ambientes más diversos, para sentirnos apoyados y apreciados por la gente, es preciso practicar el valor de la sociabilidad. Somos humanos y vivimos en sociedad, no hay forma de vivir aislados, mucho menos en esta etapa de desarrollo de la humanidad. Pese al avance de la tecnología, aprovechado por algunos para consumirse en contacto con estos artefactos  modernos, cada vez más se hace necesaria la interdependencia entre los seres humanos. Compartir con los demás es un don natural de cada individuo. Es fundamental compartir no solo con la familia y los vecinos, sino con toda la sociedad planetaria.
Para ser sociable hay que dialogar con la gente, hay que saludar. Hay que interesarse por la vida de los demás. Cuando somos sociables abrimos una ventana para la comunicación con los demás y esta misma relación va generando en los otros un sentimiento de estima y respeto mutuos. Por eso para sentirnos parte importante de la sociedad, para fortalecer las relaciones interpersonales, siempre será preciso practicar la sociabilidad. Conocer mejor al prójimo, ponerse a su servicio, dialogar con ellos, hacerlos participes de nuestras ideas y proyectos, es una forma de ser  sociables y ganarnos su confianza.
No importa la jerarquía, el rango, el lugar que ocupe, la posición económica, la función que desempeñe en el Estado o sector privado, donde quiera que se encuentre siempre necesitará del calor de los demás. Siempre tendrá sed de compartir con los que les rodean. Los presumidos y jactanciosos son los que más sufren, pues encuentran el rechazo de los demás. El mejor remedio contra el aislamiento y la soledad es practicar el valor de la sociabilidad. Porque siendo un alto funcionario del Estado o de un partido cualquiera, se puede convivir con la gente en un ambiente de camaradería y amistad y lejos de perder, salimos gananciosos.
Amar al prójimo como a ti mismo. Así está establecido y así debe ser. Pero la sociabilidad se deriva de socio. Y cuando somos socios de alguien ambos salimos gananciosos. Ninguno de los dos se aprovecha del otro. En este sentido practicar el valor de la sociabilidad es establecer relaciones amistosas con los otros, pero no solo cuando salimos beneficiados, sino en todo momento. No se busca amistad por conveniencia propia, por beneficio personal, sino por la satisfacción y el disfrute pleno, pero de ambos lados. Debemos cultivar relaciones armoniosas con todos los seres humanos, no solo con los que más recursos económicos o posición social tienen.
Practicar el valor de la sociabilidad no nos limita a personas o grupos determinados. La relación de amistad debe ser abierta en todas las direcciones. Aunque la otra persona tenga formas diferentes de pensar y enfocar el mundo, hay que respetarle su opinión y tratarlo con aprecio. Hay personas y grupos que solo son sociables con sus mismos grupos religiosos, profesionales o políticos y se olvidan de los demás que están a su alrededor. Este es un grave error. La verdadera sociabilidad no menosprecia ni limita las relaciones con la gente. No se saluda solo el día que se quiere algo de la persona. Se saluda y se cultiva la relación permanentemente.

 

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