Para
que mejoremos nuestra capacidad de comunicación y de adaptación en los
ambientes más diversos, para sentirnos apoyados y apreciados por la gente, es
preciso practicar el valor de la sociabilidad. Somos humanos y vivimos en
sociedad, no hay forma de vivir aislados, mucho menos en esta etapa de desarrollo
de la humanidad. Pese al avance de la tecnología, aprovechado por algunos para
consumirse en contacto con estos artefactos modernos, cada vez más se hace necesaria la
interdependencia entre los seres humanos. Compartir con los demás es un don
natural de cada individuo. Es fundamental compartir no solo con la familia y
los vecinos, sino con toda la sociedad planetaria.
Para
ser sociable hay que dialogar con la gente, hay que saludar. Hay que
interesarse por la vida de los demás. Cuando somos sociables abrimos una
ventana para la comunicación con los demás y esta misma relación va generando
en los otros un sentimiento de estima y respeto mutuos. Por eso para sentirnos
parte importante de la sociedad, para fortalecer las relaciones interpersonales,
siempre será preciso practicar la sociabilidad. Conocer mejor al prójimo,
ponerse a su servicio, dialogar con ellos, hacerlos participes de nuestras
ideas y proyectos, es una forma de ser sociables
y ganarnos su confianza.
No
importa la jerarquía, el rango, el lugar que ocupe, la posición económica, la
función que desempeñe en el Estado o sector privado, donde quiera que se
encuentre siempre necesitará del calor de los demás. Siempre tendrá sed de
compartir con los que les rodean. Los presumidos y jactanciosos son los que más
sufren, pues encuentran el rechazo de los demás. El mejor remedio contra el
aislamiento y la soledad es practicar el valor de la sociabilidad. Porque siendo
un alto funcionario del Estado o de un partido cualquiera, se puede convivir
con la gente en un ambiente de camaradería y amistad y lejos de perder, salimos
gananciosos.
Amar
al prójimo como a ti mismo. Así está establecido y así debe ser. Pero la
sociabilidad se deriva de socio. Y cuando somos socios de alguien ambos salimos
gananciosos. Ninguno de los dos se aprovecha del otro. En este sentido practicar
el valor de la sociabilidad es establecer relaciones amistosas con los otros,
pero no solo cuando salimos beneficiados, sino en todo momento. No se busca
amistad por conveniencia propia, por beneficio personal, sino por la satisfacción
y el disfrute pleno, pero de ambos lados. Debemos cultivar relaciones
armoniosas con todos los seres humanos, no solo con los que más recursos
económicos o posición social tienen.
Practicar
el valor de la sociabilidad no nos limita a personas o grupos determinados. La relación
de amistad debe ser abierta en todas las direcciones. Aunque la otra persona
tenga formas diferentes de pensar y enfocar el mundo, hay que respetarle su
opinión y tratarlo con aprecio. Hay personas y grupos que solo son sociables
con sus mismos grupos religiosos, profesionales o políticos y se olvidan de los
demás que están a su alrededor. Este es un grave error. La verdadera
sociabilidad no menosprecia ni limita las relaciones con la gente. No se saluda
solo el día que se quiere algo de la persona. Se saluda y se cultiva la
relación permanentemente.
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