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martes, 26 de octubre de 2010

NUESTRO ORGULLO OCOEÑO


Después de doscientos años, generación tras generación, los hombres y mujeres que conformamos esta provincia, nos enorgullecemos cada vez más de nuestra idiosincrasia, nuestros valores, tradiciones, legado histórico y de estar cobijados por el nombre más hermoso de comunidad alguna. El único nombre que resuena entre las esbeltas y empinadas montañas de la gran cordillera.

San José de Ocoa, el nombre que nos recuerda a nuestros primeros pobladores y nuestros valores religiosos. El dulce nombre que identifica, como un símbolo, un sello, las características especiales de sus hombres y mujeres.

San José de Ocoa, la provincia, la comunidad, el pueblo que aún sin ser provincia, siempre fue reconocido por los demás pueblos de República Dominicana, por su esfuerzo, por su originalidad, su calor humano, sus tierras, su clima, sus paisajes, sus aguas, sus mujeres y sus hombres. Por eso la eterna disputa con el hermano municipio de Baní.


San José de Ocoa no es un nombre simplemente. Hay todo un pasado, un presente, un porvenir encerrado en esas palabras. ¡Cuántos poetas inspirados en tu nombre, al ser rozados por tu suave brisa! ¡Cuántos amores han nacido al fragor de tus lindos paisajes! ¡Cuántos sueños se han forjado al compás del canto del campesino, el obrero, el vendutero, la hermosa chica, la madre ejemplar!

San José de Ocoa, la sangre derramada en la cordillera; las lágrimas, el sudor, los sueños. San José de Ocoa, el surco que abre el arado; la semilla que produce la esperanza; las mujeres, los hombres, las familias. San José de Ocoa el Paraje, la Sección, el Distrito Municipal, el Municipio y la Provincia también.

¿Es posible borrarlo todo con una simple firma, con un levantón de manos, con un antojo, con un impulso?

Es legítimo, es sano, es honesto, es respetuoso cambiarte el nombre, cambiar tu historia, pisotear tu identidad, sin siquiera preguntarte?

¡O sea, que tú no cuentas, tú no existes, tú no sirves, tú no vales, Ocoa! ¡Y el verde de tus montañas! ¡Y el colorido de las flores! ¡Y el perfume de tus mujeres! ¡Y el canto de tus aguas! ¡Y el sudor de tu gente! ¿No significan algo, no tienen algún valor para ustedes?

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