Los seres humanos jamás viviríamos en
armonía sin el valor de la Confianza. Esa seguridad que se percibe en una
persona en la relación cotidiana, en la calidad del trabajo que desempeña. En la
expresión de sus palabras, en la responsabilidad con que cumple lo que le
corresponde o promete. En su humildad, su sencillez, su forma respetuosa de
tratar y comportarse con los demás. Ganarse la confianza de alguien es una
tarea difícil. Perderla es muy fácil.
Procure ganarse la confianza de la gente que le rodea. No se deje coger miedo vivo. Luche por cumplir sus compromisos. Por actuar conforme a los que predica. En el trabajo cumpla con su responsabilidad, no importa si lo vigilan o no. Haga su trabajo de calidad y aproveche el tiempo. Haga el esfuerzo de llegar siempre puntual. Guarde herméticamente los secretos que en usted confían los demás. Déle confianza a los demás y eso le devolverán ellos.
La Confianza se pierde cuando no se actúa
con justicia. Si usted realiza algún oficio, ocupa un puesto donde se toman
decisiones y abusa de los demás, los trata de engañar o les miente. A partir de
esta acción usted no será confiable para ellos jamás. Usted como comerciante si
quiere conservar la confianza y a sus clientes, nunca quite una onza, nunca
venda un artículo que esté incompleto o dañado, aunque sea un aciano,
discapacitado o un pequeño niño quien compre. Estas acciones deterioran o
generan confianza en los otros.
En las tertulias entre amigos, en la casa junto a los
familiares, en las reuniones de las organizaciones populares, en las
instituciones públicas o privadas donde usted participa, procure evitar la
mentira. Luche siempre por decir siempre la verdad y llevar a la práctica lo
que dice. No hay nada que promueva más la confianza entre los demás que cuando
ellos asimilan que usted no miente y que lo que dice siempre lo practica. Hacer
lo contrario nos aisla, nos crea desconfianza.
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